El doctor en Biología que ama pintar graffittis científicos

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Tiene vivo el recuerdo de su niñez, mirando atónito los volúmenes de las “Monitor”, esas antiguas enciclopedias que sus padres heredaron de sus propios progenitores. En esos tomos estaban los dibujos y la ciencia, las dos pasiones que hasta hoy marcan su existencia.

En ese entonces, podía quedarse largo rato hojeando las ilustraciones de naves espaciales y motores. También recuerda que le gustaba el Profesor Rosa y cómo ese personaje de peluca crespa y vistosa usaba los dibujos para explicar la naturaleza. Ahí ya le gustaba pasar horas dibujando, y lo hacía bien, destacándose en concursos infantiles y siendo uno de los favoritos de la clase en esta materia.

Andro Montoya creció y tuvo el privilegio de unir sus aficiones y combinarlas en un indestructible. Doctor en Biología Celular, Molecular y Neurociencia, también es artista visual y docente universitario. Lleva casi 15 años creando murales y graffittis, dando charlas en simposios de arte y ciencia y en seminarios. También en colegios, para que, quienes estén interesados puedan conocer sus criaturas, las que bautizó como ‘neurorobots’.

“Nacieron porque cuando empecé a pintar estaba terminando mi carrera y comenzando mi tesis de pregrado en un laboratorio de Neurociencias. Ahí se me dio la oportunidad de empezar con el graffitti y fue un proceso fascinante. Salieron formas de esferas con tentáculos o patas de insectos o crustáceos, pero que tenían un núcleo muy celular y así empecé. Lo pinté una vez y seguí con eso, ganándome mi espacio entre los graffiteros”, recuerda.

Andro fue uno de los invitados a participar del ciclo de charlas de Ciencia Abierta, del Programa Explora del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación que ejecutan conjuntamente la Universidad de Tarapacá y la Universidad de Chile. Cada semana se realizan estos conversatorios disponibles a todo público y transmitidos en las redes sociales de Explora Arica y Parinacota y de Explora Región Metropolitana Sur Oriente. En esa oportunidad, el doctor en Biología compartió las vivencias detrás de sus murales.

Evolución

Las criaturas de Andro Montoya fueron evolucionando y dejaron de ser esferas. Empezaron a parecer anélidos, una especie de gusanos con pequeñas patitas o alas. “Es divertido porque la progresión de los graffittis es muy parecida a la evolución de la vida en el planeta. De algo muy simple, notas que después se va complejizando y lo mismo ha pasado con mis criaturas, donde las últimas son mucho más grandes, tienen tórax, cabeza, cola, les hago scanner para mostrar la anatomía interna, la columna vertebral, los músculos”.

Recuerda que su llegada al mundo del arte callejero se dio de manera natural, espontánea, intuitiva y visceral y es porque el graffitti da esa posibilidad. “Es un momento de intimidad creativa donde el graffitero se expresa muy instintivamente con lo que quiere hacer”, dice, y agrega que el primer trazo es el que define el eje y ahí empieza a aparecer el dibujo. “Es un momento en el que me empiezo a conocer en la muralla y me dejo sorprender. Las criaturas están en mi cabeza, voy a descubrirlas y las saco de mi mente para invocarlas en el muro”.

Para Montoya, el arte permite mostrar la ciencia no como algo tecnológico, sino que logra demostrar la riqueza que tiene más allá de lo práctico, permitiendo conjugarla con la curiosidad y el disfrute.

“No podemos seguir explorando el universo de manera disgregada, tenemos que ser más integrales y ser capaces de comprender todas las dimensiones que significa un descubrimiento, no solo hacer tecnología, sino que disfrutar. El arte es súper bueno para eso porque hace tener un pensamiento que conecta las cosas unas con otras y ver posibilidades que con un pensamiento rectilíneo son difíciles de observar, por lo que puede ser un aporte a la exploración seria”, finalizó.

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