El 27 de julio de 2021 la UNESCO declaró Patrimonio Mundial al sistema de momificación artificial y asentamientos de la Cultura Chinchorro.
Este pueblo de cazadores recolectores aún alberga secretos difíciles de desentrañar, por esta razón su sistema de momificación ha sido ampliamente investigado y se continúa en ello por parte de los científicos interesados en los primeros habitantes de quienes existen vestigios en la zona norte de Chile.
Los asentamientos de la Cultura Chinchorro nominados como Sitio de Patrimonio Mundial son tres: los faldeos del Morro de Arica y el Museo de Sitio Colón 10 de la Universidad de Tarapacá, que se encuentran en el entorno urbano de Arica y destacan por ser los cementerios más importantes y representativos de la tradición funeraria Chinchorro; y la desembocadura del río Camarones, un sitio arqueológico ubicado en la zona rural de la comuna de Camarones, donde es posible encontrar distintos vestigios de esta cultura, tanto funerarios como habitacionales, los que se conservan en un ambiente y paisaje similar a la época en que lo habitaron.
¿Cuál fue el rol de la Universidad de Tarapacá? Investigadores de la casa de estudios trabajaron durante 10 años en la preparación del expediente que finalmente permitió respaldar científicamente la solicitud de declaratoria hecha por Chile. En tal sentido el doctor Bernardo Arriaza, director del Centro de Gestión Chinchorro de la UTA, manifestó que “la investigación fue fundamental, ya que los restos de los chinchorros no son visibles a simple vista. Es una arqueología no monumental, del subsuelo. Por ello, diversos estudios realizados a lo largo de los años, y publicados en revistas especializadas, han contribuido a generar nuevos conocimientos sobre este pueblo. Sin la investigación, el expediente chinchorro no hubiese tenido un respaldo científico adecuado y hubiese sido muy difícil haber logrado que fuera patrimonio cultural de la humanidad”.
Por su parte, la doctora Camila Castillo, secretaria Ejecutiva de la Corporación Chinchorro Marka, explicó que se trata de “un bien de altísima fragilidad, al tratarse de sitios arqueológicos milenarios de pescadores cazadores recolectores, cuyos principales vestigios se encuentran aún en el subsuelo y conviven día a día con la población actual”.
Y detalló que el valor universal excepcional reconocido por UNESCO para ingresar en la lista se enfocó en dos criterios: “que es una expresión particular de una cultural desaparecida, en este caso mediante la práctica de la momificación artificial de los cuerpos de sus difuntos, algo muy inusual para contextos de sociedades así de antiguas y de naturaleza cazadora-recolectora; y que refiere a la exitosa adaptación de los grupos Chinchorro a un medioambiente hiper árido con condiciones difíciles de vencer. No obstante, la eficaz manera de abordar la vida (y la muerte) de las poblaciones Chinchorro, les permitió permanecer ocupando estos territorios por más de 4.000 años”.
El rector de la UTarapacá, Emilio Rodríguez Ponce, resaltó el rol que cumple la universidad en la custodia de este importante patrimonio a través de las investigaciones y estudios que realizan los científicos de la institución, así como también desde el punto de vista del Museo de Sitio Colón 10 y del Museo San Miguel de Azapa, que alberga una colección de momias y textiles de incalculable valor arqueológico para toda la humanidad.