En Chile se ha comenzado a hablar de la nueva normalidad, que debería reflejarse en las diversas actividades de la sociedad.
No cabe duda que la educación es una de las más importantes y que se ha visto afectada de distintas maneras, en todos los niveles.
La falta de educación presencial ha generado problemas que han afectado a las instituciones de enseñanza en muchos planos, como el contacto directo entre profesores y estudiantes o las dificultades reales que tienen muchos jóvenes y niños para conectarse a sus clases a distancia.
Las informaciones y estudios de organismos internacionales como la ONU hablan de un gran aumento en la deserción escolaren distintos países, en parte producto de las dificultades económicas de muchas familias.
Otros análisis muestran que no se lograrán muchos aprendizajes, así como todas las materias no podrán ser cubiertas por los profesores.
Como es previsible, los alumnos de los distintos niveles tendrán algunos vacíos y veremos aparecer problemas derivados de este año anormal en el proceso de enseñanza.
Esto, lejos de desanimarnos, debería motivarnos desde ya a enfrentar esta situación con la decisión de limitar los efectos negativos de estas dificultades así como con la decisión de revertirlos, para brindar igualdad de oportunidadesa nuestros jóvenes en el desarrollo de sus talentos.
Nada de esto se logrará de un día para otro ni tampoco por obra del azar.
Necesitamos una coordinación entre el Ministerio de Educación, las universidades, los profesores y los establecimientos de enseñanza básica y media, que nos permita hacer un buen diagnóstico de los aprendizajes y tomar las medidas oportunas para nivelar hacia arriba y ofrecer los programas que permitan que nadie quede rezagado.
Es un desafío noble y es urgente asumirlo con determinación.
