“La agricultura en zonas áridas no puede realizarse sin la química, hay que investigar el agua, el suelo y las plantas”, señala la profesora Elizabeth Bastías, quien presentó su trabajo en ese tipo de áreas en la charla final de “Miércoles en la Academia – Ciencias Químicas y de los Materiales 2018”.
La profesora Bastías presentó su charla “Comportamiento agrofisiológico de cultivos en condiciones químicas extremas”, donde dio a conocer las investigaciones realizadas en el valle de Lluta, en la región de Arica y Parinacota, al norte de Chile, donde han logrado que los agricultores de la zona pueden mejorar sus cultivos a pesar de las condiciones de alta salinidad y poca disponibilidad de agua.
Elizabeth Bastías es profesora titular de la Universidad de Tarapacá, en Arica, específicamente, de la Facultad de Ciencias Agronómicas. Tras graduarse de Pedagogía en Biología y Ciencias Naturales en la Universidad de Chile, realizó un doctorado en Ciencias Biológicas mención Fisiología Vegetal por la Universidad del País Vasco en España.
Desde hace algunos años ella, junto a los científicos de su departamento y de otras áreas de la Universidad de Tarapacá, lograron no sólo aumentar la productividad y la calidad de los cultivos de la zona, sino también investigar las condiciones de un ecosistema árido y cómo el cambio climático puede afectarlo.
Para esto, primero debieron acercarse a los habitantes del valle de Lluta, ganándose su confianza para luego mostrarles resultados en la mejora de sus siembras realizando investigación aplicada, para lo cual debieron primero analizar el suelo y la calidad de las aguas, con altos niveles de sodio y cloruro de sodio, así como el tipo de cultivos, donde se llevaron la sorpresa de encontrar tipos de semillas que se creían desaparecidas.
Mientras lograron aislar las zonas de cultivos con mallas de telas que mantienen la temperatura, humedad y lo bloquean de posibles contaminantes, ya que los pesticidas no sirven dado la aridez del terreno, junto con tratar las semillas para adaptarse mejor y aumentar su valor nutritivo, detectaron productos que no sospechaban, como maíz de colores, existentes en Perú o Bolivia, pero que habían desaparecido en la zona, o también el tomate poncho negro, que se ha convertido en una marca protegida para los agricultores de la zona.
Gran parte de este trabajo multidisciplinario, que incluyó a químicos, biólogos, agrónomos e incluso antropólogos e historiadores se plasmó en gran parte en el libro “Historia de los cultivos del maíz en un valle salado”, donde Elizabeth Bastías actuó como editora junto al historiador Alberto Díaz Araya.
Fuente: Academia Chilena de Ciencias