“Voz, reconocimiento y posicionamiento mundial de los Chinchorro”

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Si se juzgara a estos pueblos con los ojos del siglo 21 posiblemente no resistirían la prueba para ser aceptados como una alternativa a nuestros cómodos y altamente consumistas sistemas de vida actuales.

Hace 5000 años atrás campeaban por las costas entre Arica y el sur de Iquique pequeños grupos humanos especializados en caza, pesca y recolección marina, por lo que su vida se desarrollaba en una de las costas más áridas del planeta, que de alguna manera era como una isla rodeada, por un lado, por el inmenso océano Pacífico y por otro, por el desierto interior de Atacama.

Las comodidades materiales para su quehacer diario eran muy simples, con viviendas sin construcciones sólidas. Los utensilios para obtener, procesar y consumir sus alimentos se reducían a artefactos muy simples pero efectivos, hechos de piedra, madera, hueso y fibras vegetales y de animales. Si se juzgara a estos pueblos con los ojos del siglo 21 posiblemente no resistirían la prueba para ser aceptados como una alternativa a nuestros cómodos y altamente consumistas sistemas de vida actuales.

Quizá algunos vuelvan a coincidir con las descripciones peyorativas de los primeros inmigrantes europeos a estas costas en el siglo XVI, que enfrentaron a los descendientes de estas poblaciones milenarias, conocidas como Cultura Chinchorro y transformado en un ícono patrimonial en el imaginario colectivo del norte de Chile. Esta denominación es aparentemente paradójica, puesto que el término cultura nos puede remitir a las expresiones más finas de la creatividad humana o a ciertos bienes patrimoniales que representaron el poder de grupos gobernantes, como las estatuas de Stalin o la escultura ecuestre de Somosa, derribadas en momentos críticos de la historia de los países donde estaban erigidas y donde no se han vuelto a reponer.

Con esto queremos señalar, que el reconocimiento patrimonial de ciertos bienes materiales e inmateriales es arbitraria y depende del contexto histórico en el que ocurre.

Hoy día Arica y Parinacota, a través de su Universidad de Tarapacá, y otros organismos del Estado han decidido relevar la excepcionalidad de la vida espiritual de los Chinchorro, materializado en complejos sistemas de tratamiento de sus muertos; reflejo posiblemente de concepciones ideológicas que regían la vida y la muerte.

De esta ritualidad solo quedan expresiones materiales conservadas y exhibidas en el Museo Arqueológico San Miguel de Azapa y en el Museo de Sitio Colón 10, visitado por miles de personas de Chile y el mundo. Para reforzar el relevamiento de los Chinchorros y los pueblos antecesores y desencintes, próximamente se abrirá un nuevo espacio museístico construido con los estándares internacionales requeridos para centros de esta naturaleza; lo que se concatena con la gestión que realiza Chile para que la historia de los Chinchorro sea reconocida Patrimonio de la Humanidad ante la UNESCO.

Si pudiéramos retroceder en el tiempo o los Chinchorros despertar en la actualidad posiblemente quedarían horrorizados y eventualmente ofendidos por esta nueva valorización ideológica de sus ritos de la muerte. En nuestra defensa diríamos que lo estamos haciendo con respeto y el recogimiento espiritual que estas expresiones merecen. Con ello se quiere señalar que la valorización patrimonial debe ser inclusiva y los museos más que nunca están llamados a ser espejos de la multivocalidad de los hechos e interpretaciones del devenir humano en este planeta.

Calogero Santoro Vargas
Laboratorio de Arqueología y Paleoambiente
Instituto de Alta Investigación, Universidad de Tarapacá

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